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El Oscuro Páramo – El derecho al ocio y la bohemia

Por: Esaú Hernández

Fue en Morelia, allá por el año 2015, cuando me tocó escuchar una brillante disertación de Juan Villoro en torno a la cultura escrita, las ideas y los derechos culturales en nuestro país. La reflexión, que se dio en el seno de un Encuentro Nacional de Mediadores de Salas de Lectura, permitió abrir un pequeño debate en torno a la gratuidad de los bienes y servicios culturales.

Había, por supuesto, quienes hacían apología de la visión capitalista en torno a la cultura: “la gente tiene que aprender a valorar una obra, la gente tiene que pagar por escuchar un concierto, la gente tiene que pagar los 300 pesos que cuesta el libro de fulano de tal en este sello editorial”. Por supuesto, el que pueda pagar que lo haga, como quien viaja en avión a sus destinos o como quien puede regalarse un crucero de 21 días por el Océano Pacífico.

Pero esos preceptos –que confirman el privilegio de clase de quienes los defienden- NO se pueden aplicar en un país como el nuestro, con tan profundas desigualdades.

Acá la realidad nos ha confirmado una y otra vez que los gobiernos deben proveer de esas oportunidades negadas históricamente a las clases trabajadoras: el propio sistema y la creciente explotación del capital humano han visto el ocio como un “pecado” en esta sociedad tan urgida de “producir”.

Yo siempre he sostenido que la justicia social debe extenderse a todos los ámbitos de las políticas públicas: incluso en aquellas que al Estado y sus gobernantes pareciera no importarles (quizá por su poca rentabilidad electoral o las escasas herramientas para medirlas), como la cultura, el arte o el ocio.

Para nadie es un secreto que en México y Colima existe una brecha social amplísima que se acentúa, especialmente, en la salud, la educación, la cultura y el acceso al esparcimiento.

Ir a una función de cine para una familia de 4 integrantes representa al menos el gasto de 600 pesos (sumando boletos de entrada, palomitas y refrescos) para una jefa de familia que trabaja en Yazaki o un empleado de mostrador eso implica al menos el sueldo de 3 días de trabajo. Trabajas 3 días para poder divertirte 2 horas en una sala de cine. Si quisieras leer uno de los libros de la zaga de Game of Thrones deberías gastar entre 300 y 400 pesos, dependiendo de la edición y las anotaciones a la misma.

La realidad parece decirnos que el acceso a la cultura y al ocio es un privilegio asequible sólo para las minorías.

Por eso es tan importante que los Gobiernos establezcan políticas públicas que vuelvan reales los acuerdos internacionales que nuestro país ha suscrito y, sobre todo, materialicen los derechos humanos culturales que todas y todos tenemos.

Hace unos días la gobernadora Indira Vizcaíno presentó una cartelera de eventos gratuitos en el contexto de la Feria de Todos los Santos 2022. Una agenda de actividades de esparcimiento interesante, con artistas de calidad, a los que una gran mayoría de colimenses no habría podido ver sin la formulación de esta primigenia agenda cultural y de convivencia en el seno del máximo festejo anual del Estado.

Mucha gente critica la Feria de Colima. La asume un tianguis y una cantina. Pero lo que no ven es la posibilidad de que ese espacio de convivencia nos une, nos representa y nos ubica en el tiempo.

Hoy sí debe celebrarse que haya una cartelera con artistas de talla y reconocimiento nacional al que pueden acceder todas y todos los colimenses.

Allí se van a concentrar los obreros que ponen en marcha los bienes y los medios de producción, los médicos, las arquitectas, los emprendedores, las juventudes, los chavorrucos, sin distinción. Todos reunidos haciendo uso de sus derechos a la diversión, a la cultura y los servicios culturales. La creatividad y la bohemía son fundamentales para contar con sociedades felices, con masas críticas y personas politizadas. Algo que al pensamiento de las “falsas libertades” siempre le incomoda.

Y es que “la cultura” define la condición del género humano. Ella ha posibilitado explicarnos lo que nos rodea y el rol que jugamos ante el mundo. La cultura tiene una especial relevancia porque vuelve reales las condiciones de existencia tanto del individuo como de las sociedades a través del pensamiento, la palabra, la imagen y sus múltiples manifestaciones. La cultura y todas sus contribuciones nos llevan por el camino de la dignidad humana, por el rumbo d la justicia social que nos ha robado el modelo económico que dominado los últimos 40 años en el mundo.

 

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