Opinión

Pensar en los policías

La columna de Abel Palomera

Una noticia comenzó a aparecer en los principales medios de comunicación del estado de Colima la tarde del pasado sábado 30 de mayo de este año 2020: 10 policías estatales investigadores y 2 civiles, todos ellos de Colima, habían desaparecido en territorio del estado de Jalisco mientras cumplimentaban la orden oficial de sus superiores jerárquicos de acompañar como escoltas a empresarios nacionales. Se trató y continúa siendo una historia de horror que no hace otra cosa que reflejar el control –casi absoluto- que el crimen organizado tiene sobre ciertas partes del territorio del país y que ante la mínima incursión de civiles u oficiales de la ley, les detienen su marcha, registran, indagan su procedencia y propósito en el lugar, les tratan con violencia, les valoran por su actitud nerviosa, valiente o esquiva para, en cuestión de segundos o minutos, como si se tratasen de jueces omnipotentes, dictar sentencia sobre sus vidas.

Pronto se tuvo conocimiento que los empresarios escoltados regresaron a Colima a salvo, en helicóptero. También, momentos después, se supo aparecieron los 2 civiles y 3 mujeres policías que eran parte del convoy colimense, quienes llegaron por sus propios medios a la Ciudad de Colima y se encontraban, por fortuna, con bien en su salud e integridad física. Nos confortan estas noticias, pues salvar la vida es un gran logro del destino y un gran alivio para familiares, amigos y seres queridos de los policías que, antes que oficiales de la ley, son seres humanos, padres, madres, hermanos, hijos e integrantes de la comunidad. Estamos muchos colimenses, su servidor incluido, a la espera de que también regresen con vida y completamente a salvo los 7 policías estatales investigadores, los 7 colimenses que nos hacen falta. Rogamos porque así suceda en las próximas horas o días.

Ser policía en cualquier parte del mundo es una tarea difícil y de alto riesgo, por la diversidad de situaciones a las que se enfrentan día a día al combatir el crimen. Sin embargo, ser policía en México es casi un asunto de vida o muerte. De acuerdo a la organización Causa en Común, “En nuestro país matan en promedio a más de un policía cada día.” Abunda Causa en Común: “Si bien los asesinatos de policías son una afrenta directa al Estado, la mayoría de los casos pasan desapercibidos. Es tal la indolencia de los gobiernos federal y estatales, y la indolencia social, que buena parte de los casos quedan registrados únicamente en páginas interiores de prensa local.”

Por si esto fuese poco, los policías mexicanos se encuentran en su desempeño cotidiano flanqueados por dos males. Por un lado, altos niveles de delincuencia, inseguridad y violencia, así como un crimen organizado que se extiende, envalentona y fortalece. Por otro lado, abandono institucional, desprecio social, insuficiencia presupuestaria, trato laboral abusivo, carencia en armamento y equipo, indiferencia de sus superiores jerárquicos, jornadas de trabajo extenuantes, así como salarios bajos. Es necesario y justo pensar en los policías. No sólo tienen una función esencial en nuestra sociedad, sino que la desempeñan con especial valor y la mayoría con vocación clara de servir y proteger a la población, aun con las condiciones de precariedad y dificultades que experimentan de manera cotidiana.

Al policía se le exige pero no se le da. Se le pide honestidad y eficacia pero se le trata mal y paga poco. Se le ordena haga patrullajes en las calles y atienda las llamadas de emergencia lo antes posible, pero se le restringe combustible y brinda vehículos en mal estado. Se le obliga a conocer de todo (derechos humanos, informe policial homologado, primeros auxilios, violencia de género, comunicación asertiva, mediación comunitaria y un largo listado de habilidades policiales) pero se le capacita precariamente o mal. Se le hace trabajar mucho y seguir órdenes sin sentido, aunque raramente se le asciende. Sus superiores jerárquicos les fuerzan a cometer actos ilegales y ellos mismos les reprenden, exhiben y arrestan. Al policía la población le pide protección y reclama resultados, pero se le insulta, discrimina, denigra y desconfía en la calle.

Sin importar circunstancia laboral o riesgo a su vida, los policías cuidan, protegen y sirven a la gente, siguen ahí, de frente al deber. Entonces, ¿quién cuida, protege y sirve a los policías y a sus familias? ¿Quién les retribuye tanto sacrificio? La verdad es que la deuda y el reto para devolver a los policías tanto de lo que dan día a día, es de gran magnitud. Las instituciones no han sido capaces de garantizar a los policías respeto a su dignidad, ascenso por mérito, jerarquía por antigüedad y capacidad, salario suficiente para una vida digna, prestaciones laborales acordes a su función, buen clima laboral, tranquilidad para sus familias, expectativa de progreso personal, capacitación para un desempeño eficaz, jornadas laborales que permitan el buen descanso y la adecuada función, protección a sus derechos y defensa ante amenazas legales.

¿Por qué es importante pensar en los policías? Porque el caso reciente de los 10 policías colimenses desaparecidos en Jalisco, de los que 3 ya se encuentran a salvo, pero 7 aún seguimos esperando con vida y saludables, quita el velo de la realidad que en ocasiones las instituciones de seguridad y policiales se esfuerzan en ocultar, de lo que los policías viven en el cumplimiento del deber. Su salud y su vida se encuentran en constante amenaza y cada día al salir de casa es una apuesta entre regresar nuevamente a su hogar con la familia y seres queridos, o quedar en la historia como una vida más sacrificada para proteger a la sociedad, aunque a veces atendiendo a tareas que no se relacionan directa o verdaderamente con su función de servidores públicos.

Sobre ese caso hay más preguntas que respuestas. Esperamos la autoridad las vaya aclarando una a una, como un acto de justicia; primero, para los policías colimenses que hoy se encuentran en riesgo; segundo, para sus familias, las que verdaderamente viven segundos, minutos y horas de verdadera angustia, miedo, impaciencia y frustración por la ansiedad de no saber dónde o cómo están sus seres queridos; y tercero, para la sociedad y la comunidad, que esperamos de la autoridad una mejor conducción de los esfuerzos públicos por procurar la ley y el orden. Algunas de estas preguntas son: ¿quién y por qué ordenó dirigir a 10 policías estatales colimenses a funciones de escoltas privados? ¿Por qué el convoy iba sin distintivos ni uniformes oficiales, así como no se dio aviso a la autoridad de Jalisco? ¿Se conocían los riesgos que enfrentarían los policías colimenses al internarse en territorio Jalisciense y la probabilidad de ser intersectados por una célula del crimen organizado? ¿Qué tan frecuentemente se ordenan operativos de este tipo que ponen en riesgo desmesurado a los policías colimenses? Hasta aquí mi participación por hoy, rogando regresen con vida y saludables los 7 policías colimenses que nos hacen falta.

 

 

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