Opinión

El Oscuro Páramo: La Pagoda de Colima

En la tradición musulmana existe el viejo relato de un agujero sin fondo. El origen de este vacío sin final se da cuando el sultán Aladino pidió a los gigantes y los genios le construyeran una pagoda que subiera y subiera hasta superar la altura de las estrellas.

«Algo como la Torre de Babel. Pero los arquitectos de la Torre de Babel eran gente doméstica y modesta, como ratones, comparada con Aladino, pues sólo querían una torre que llegara al cielo. Aladino -en cambio- quería una torre que rebasara el cielo, y se elevara encima y siguiera elevándose para siempre», dice G.K. Chesterton, en El Hombre que Sabía Demasiado.

Algo así ha sucedido en Colima. Donde el sultán de esta tierra, el Aladino tropical, puso a trabajar a sus enanos. Los mandó a construir varios palacios. Les urgió trazar caminos y decir por dónde debían pasar las siguientes grandes avenidas. Les ordenó comenzar escuelas sin importar dejarlas a medias.

A otros les solicitó derruir edificios e instituciones. Cerrar museos. Vender los bienes a la mano. Fundir esculturas y estatuas de sus tíos. Empeñar las conciencias… a cambio de extraer oro en los cerros de papel. Todos tenían las manos manchadas.

Unos, llevaron el oro al Palacio en la gran urbe y otros lo dejaron escondido en cajas de zapatos, en la antigua casa del dueño del Pacífico.

Un día ya no hubo más oro que sacar de los cerros colimotes. Y ordenó extraer otros metales. Se unió a bandas más grandes, capaces de desaparecer humanos como si fueran hojas de árboles que el Otoño se lleva. Usaron los ríos y los canales para regar los sembradíos con sangre. Se llevaron a mil mujeres y les arrancaron los sueños. Las listas de niños huérfanos crecieron y sus abuelos debieron darles nombre y techo.

El Aladino Tropical dejó de sentir. Creía que el oro le compraría el Paraíso. Veía a la gente de lejos, tras las barricas que rodean su casa. La casa que un día fue de todos. Él sigue siendo el mismo niño que juega a ser comerciante de libros en los edificios de los ricos que habitaron la Calzada Galván.

Mientras él juega y saca cuentas, Colima se convirtió en un croquis de proyectos inconclusos. El territorio del Sultán y su pléyade de nuevos ricos.

En la tradición musulmana, Dios se molestó con el Sultán Aladino y fulminó su torre con un rayo: «la hundió en la tierra, abriendo interminablemente un agujero, hasta que hizo un pozo sin fondo, como era la torre sin techo. Y por esa invertida torre de oscuridad, el alma del soberbio Sultán, se desmorona para siempre».

La tarde se está nublando…

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