Opinión

El Oscuro Páramo-Griselda contra la mafia del poder en Manzanillo

Por Esaú Hernández

Manzanillo es una ciudad convulsa en todos los sentidos. El desarrollo de actividades comerciales a nivel global va en aumento y el incremento de carga que ingresa y egresa del Puerto crece a ritmos insospechados hace 30 años. A pesar de esto, hay zonas de Manzanillo que no mejoran sus condiciones de bienestar. Manzanillo ha crecido de manera injusta y esa injusticia social se deja sentir en muchos rincones de la ciudad, la padece su gente y la aprovechan aquellas y aquellos que convirtieron este lugar en un botín político y económico.

Mientras los dueños de los grandes negocios portuarios han visto incrementar sus ingresos, unos de manera legítima y otros con prácticas “poco claras”, la mayoría de porteños es testigo de cómo el desarrollo y la bondad “comercial” de Manzanillo se queda en los bolsillos de unos pocos, en las zonas privilegiadas y en los negocios que se construyen al pie del Boulevard costero.

A principios del año 2000 comenzó a gestarse una oligarquía empresarial que se alió con la mal llamada “clase política” y se adueñaron del futuro de Manzanillo.

Desde entonces y hasta el año 2018, ellos decidieron qué rumbo debían tomar las nuevas avenidas, hacia dónde debía ir el desarrollo habitacional, dónde y en qué momento se deberían instalar tales o cuales negocios.

Políticos priístas, panistas y del verde en Manzanillo (que fueron cambiando de Partido según les conviniera) se hicieron socios de negocios con grandes empresarios y comenzaron una estrategia para que a los ricos les fuera mejor y a los pobres mantenerlos a raya con dádivas y programas sociales que repartían migajas a la gente. Ayudas sin claridad, sin rumbo ni propósito, para que la clientela se mantuviera cautiva.

Esa misma oligarquía económica y política, esa mafia del poder en el Puerto, se ha resistido hasta el límite para evitar la transformación de Manzanillo y han combatido con “todo” el proyecto de regeneración y transformación que impulsa Griselda Martínez desde hace tres años.

Hace unos días, en su “Mañanera”, la alcaldesa se preguntaba ¿por qué la atacaron y atentaron contra su vida? Es claro que pretendían silenciarle, contenerla, eliminarla del largo y oscuro camino de negocios y política que había mandado en Manzanillo durante las últimas dos décadas.

Quitarla de en medio al inicio de su mandato implicaba no dejarle actuar y evitar que la gente en el Puerto reflexionara el profundo daño que le hicieron durante todo este tiempo; ese intento era la posibilidad de segar la carrera ascendente de una mujer inquebrantable e incorruptible.

Y ese es uno de los grandes logros que ha alcanzado Griselda: no permitir más actos de corrupción y negocios al amparo del poder.

Hace unos días platicaba con una persona muy enterada de la realidad manzanillense. Me confesaba que a algunos grandes empresarios porteños les fueron requeridos pagos por adeudos de predial, de recolección de basura, por el servicio de agua potable y alcantarillado, y otros servicios municipales.

Eso les generó una molestia enorme. Tan enorme como los más de 400 millones de pesos que le adeudan al Pueblo de Manzanillo. Porque ese dinero no se lo deben al municipio, se lo deben a su gente, se lo deben a las tantas y tantos ciudadanos que sí son responsables y pagan sus impuestos.

Quizá este ha sido otro de los mayores méritos de Griselda Martínez: la justicia social, su capacidad de poner en el patíbulo a quienes por años dañaron los ingresos del Ayuntamiento y con ello evitaron el desarrollo justo de esta ciudad convulsa.

Hoy el proyecto de la transformación de Manzanillo vive un momento crucial. Por un lado, Griselda resiste los embates de quienes juntos intentan atacarla sólo porque hay elementos de la Marina resguardando su integridad o porque dicen que tiene un trato firme con la gente. Pero no hay nada más que decir de ella. Su trayectoria ha sido transparente y congruente.

Las y los manzanillenses deben elegir entre tratar con alguien firme, que se ha conducido con honestidad, justicia y buscando el bienestar de la gente, como Griselda Martínez, a elegir a alguien amable que ofrece un rostro alegre o a aquel que se conduce con un actuar dicharachero, pero que por la espalda del pueblo entregarán a los intereses de grandes negocios los terrenos, condonaciones ilegales de impuestos o se prestarán a corruptelas de desarrolladores de viviendas que construyen fraccionamientos en márgenes de ríos y ponen en riesgo a la gente.

 

 

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