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El Oscuro Páramo: «Es que somos muy pobres»

Por Esaú Hernández

“Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, 
cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover 
como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba 
asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin 
darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo…

Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca 
que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.”

[Juan Rulfo en Es que somos muy pobres]

Acá también todo va de mal en peor. Aunque la narrativa oficial y los intelectuales orgánicos al servicio del Gobierno de Peralta insistan en que todo es culpa del COVID, hay que poner el asunto en su justa dimensión: aquí hay un solo responsable, el mismo que fue incapaz de poner orden a pesar de haberse presumido como un “ordenador” de primera.

Hoy, lo claman los restauranteros que han sido los únicos -fuera de la clase trabajadora afectada- que han alzado la voz en solidaridad. Lo dicen porque lo padecen… Once mil familias han visto mermados sus ingresos del último mes. Esas personas tienen nombre y apellido en sus negocios, son sus clientes y consumidores habituales. La crisis de fin de sexenio que causó el régimen priista en Colima ha comenzado a golpear a varios sectores. Pero el silencio todavía predomina.

Los constructores no han podido alzar la voz porque saben que –aún en decadencia- el Gobierno peraltista puede controlar a quién sí y a quién no pagarle en medio de esta crisis. Lo callan los medios aunque con su cobertura al “cacerolazo” también alzan la voz en reclamo. Ellos siguen. Nosotros seguimos.

Hace falta solidaridad y empatía con la gente que sufre la indolencia de un gobierno que entregó a la banca comercial el producto de sus esfuerzos, para salvar el pellejo de un gobernador que antepuso el lujo y las obras “faraónicas” –por cierto, inconclusas- en detrimento del bienestar de la gente.

Son las últimas semanas de una administración que se resiste a morir a pesar de que la gangrena le ha comido todas las extremidades. Cercenar ya no es la solución. Renunciar menos. Nacho debe enfrentar la vergüenza pública de su incapacidad y avaricia. Y luego tendrá que afrontar la fuerza de los tribunales. El escrutinio de la UIF deberá ceñírsele como una sombra hasta encontrar lo que en Colima se escucha tan fuerte como el recio golpeteo de las olas en la arena de Cuyutlán.

Peralta ha comenzado a quedarse solo y la gente en Colima ha despertado del letargo. El Gobernador perdió el último crédito popular que tenía y con ello adelantó la transición. Pero este hecho no debe significar el revuelo de campanas al movimiento de transformación en Colima.

Es un riesgo asumir desde ahora la vocería y anunciar acciones de gobierno “adelantadas”. La figura de Indira Vizcaíno se puede manchar, al intentar informar sobre la situación de los pagos y mimetizarse con el descrédito del gobierno peraltista. La gobernadora debe ser más mesurada y evitar asumir el protagonismo en este tema: no hay que olvidar que aún en clara descomposición, la administración estatal, puede controlar y construir narrativas en contra del proyecto que encabezará formalmente desde el 1 de noviembre.

En redes esta intentona ya está sucediendo. Hoy, a 5 días de que el Gobierno del Estado debió pagar quincenas, hay quienes buscan culpar al Gobierno de Andrés Manuel del nuevo retraso cuando es el Ejecutivo Federal quien ha buscado mitigar los efectos de la insolvencia financiera del Gobierno de Colima. Si la 4T colimense se descuida, lo que pudo ser un acto heroico se podría convertir en la primera mancha de un gobierno que todavía no comienza.

 

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