El día de hoy, 2 de octubre 2022, -fecha altamente simbólica para los mexicanos-, son las elecciones presidenciales en Brasil, en la que participarán 156 millones de ciudadanos, -del planeta verde como le decimos todos los que amamos con todo a la nación del gigante de la literatura universal, el médico, Joao Guimaraes Rosa-; jornada histórica en la que se confrontan Luís Ignacio da Silva, mejor conocido como Lula,-el calamar-, fundador del ya histórico partido de los trabajadores, PT, y ex líder máximo del sindicato de obreros metalúrgicos, quien logró organizar a pesar de la despiadada represión oficial, las huelgas más amplias y combativas contra el régimen dictatorial, encabezado por los militares, en los años 70 y 80 del siglo pasado, contribuyendo a acelerar la caída de la dictadura; contra el gris ex capitán del ejército, Jair Bolsonaro, miembro de la extrema derecha militarista, admirador servil del engendro llamado Donald Trump, asesorado en el 2018 por el fascista, Stephen Banon, -el ex asesor electoral estrella de Trump-, y responsable directo de los gigantescos incendios de cientos de miles de hectáreas provocados en la selva amazónica, durante su mandato presidencial del 2018/022, con la intención aviesa de expandir las fronteras agrícolas y ganaderas, para beneficiar a la cruel casta de señores feudales productores también de soja, y caña de azúcar.
Recordemos que este personaje siniestro, Bolsonaro, que como López Obrador no ha cejado en sus intentos de destruir al Instituto Electoral Brasileño, y reforzar como nunca al ejército, -el décimo del mundo-, en tanto factor de poder en la política nacional, ganó las elecciones presidenciales del 2019, abanderado por el llamado partido social liberal, fachada vil de los militares para volver al poder, tras un juicio sumario realizado en contra de Lula, con tal de sacarlo de las elecciones en 2018, por el conocido juez Sergio Moro, -otro alfil de la extrema derecha-, acusándolo de corrupción pasiva en el caso Petrobras, temerosos de su gran liderazgo; por lo cual Lula pasó año y medio en la cárcel, hasta que fue exonerado por los máximos tribunales brasileños e internacionales.
De modo similar a lo ocurrido con López Obrador en México, Lula se presentó en las elecciones presidenciales en tres ocasiones, 1989, 1994 y 1998, hasta que logró ser elegido en el año 2002, como líder supremo de la sexta economía del planeta, como hoy lo es Brasil.
Durante su gobierno, que duró 8 años vía la reelección del 2006, gobierno continuado por la ex presidenta, 2011/016, y ex guerrillera, Dilma Roussef, Lula fue capaz de hacer de las universidades brasileñas las mejores de América Latina, económicamente hablando posicionó a Brasil como la sexta potencia económica e industrial del orbe, triplicando su producto per cápita o por persona, anual, siendo hoy este indicador superior al de México, y sus programas sociales como Hambre Cero y Bolsa Familia, sacaron de la pobreza extrema a 52 millones de brasileños, algo nunca visto en el continente americano.
Y ni de lejos igualado por el presidente AMLO en nuestro país.
Cabe apuntar que además de la elección presidencial, se renovarán las cámaras de diputados locales estatales, 1000, el tercio del senado, 583 diputados federales así como a 27 gobernadores.
De acuerdo a las encuestas más prestigiadas, como data Folha, Lula tiene una intención de voto del 51 por ciento, 14 puntos arriba de Bolsonaro.
Y como en el caso del hoy presidente colombiano, Gustavo Petro, Lula proviene de una izquierda a la que no se le ha regalado nada.
Es una izquierda socialista de lucha democrática que tuvo a la clase obrera como su punta de lanza en contra de la dictadura militar y la justicia social.
Todo su pasado desde los tempranos 14 años, en lo que se inició en la metalurgia, ha sido de lucha viva, para Lula, contra uno de los regímenes más oprobiosos y represores del mundo, como fueron las dictaduras militares brasileñas, hasta que en 1984 se suscitó la transición hacia la democracia.
Con Tancredo Neves, primer presidente electo democráticamente tras los largos años de la dictadura asesina.
En estas condiciones es altamente probable que Lula gane las elecciones en la primera vuelta.
Y no se puede desconocer que en este caso, como en el de Gustavo Petro, el gobierno mexicano de la 4T morenista, ha estado apoyando con determinación a Luís Ignacio da Silva.
Tampoco podemos dejar de lado, que junto con un alto porcentaje de evangélicos, los bolsonaristas están promoviendo la lucha armada en caso de que Lula se haga con la victoria en estas elecciones.
Dicen de modo delirante que no aceptarán la supuesta dictadura del PT.
Pero a pesar de las encuestas favorables a Lula, los resultados electorales, indican que el PT e Ignacio da Silva, obtuvieron el 48 por ciento de las preferencias electorales contra el 44 por ciento de Bolsonaro, quien a pesar de ser un apologista abierto del fascismo militarista, ha sabido duplicar la ayuda en programas sociales a los más pobres, duplicando en hasta en 600 reales, el programa Bolsa Familia, lo más parecido a las Tarjetas de Bienestar, una de las razones entre otras, por las que la extrema derecha bolsonarista está en condiciones de pelear la presidencia, en una obligada segunda vuelta electoral.
A celebrarse el próximo 30 de octubre.
El otro factor y que deben de tomar muy en serio los hoy morenistas, y en primer lugar el presidente AMLO, fue la enorme
crisis moral y procesos de incongruencia ética y corrupción política, en que fueron cayendo los principales dirigentes del PT, en los últimos años de Lula en el poder.
En donde muchas de las alianzas para lograr objetivos de gobierno, se hicieron a base de compra de voluntades de miembros destacados de partidos tradicionalmente conservadores y corruptos, tal y como está sucediendo hoy en México, en relación con las intenciones de Morena de militarizar la vida pública del país con el pretexto del combate a la inseguridad, haciendo amarres inmorales con lo peor del PRI, del PVEM, del Panal, entre otros.
Sin minimizar las actitudes de intolerancia total mostradas por el mismo presidente AMLO y su primer círculo, así como sus adláteres de gobernadoras/es morenistas, respecto a críticas sanas y razonables de parte de la oposición a su gobierno, y sobre todo de lo más valioso de la sociedad civil.
Donde el ejemplo de los cientos de miles de asesinados y los cien mil desaparecidos en los últimos tres sexenios, que equivalen a un Genocidio pavoroso en México, sigue siendo minimizado por el mismo presidente López Obrador.