Se acerca el día del 4º informe presidencial de López Obrador, y con más suerte que inventiva propia la economía mexicana simplemente no pasa del 1.5 al 2 por ciento de crecimiento, anual, -como viene sucediendo desde hace un cuarto de siglo, lo cual no basta para generar el millón y medio de empleos que nuestra juventud necesita año con año, mientras que los salarios son en promedio y dentro de las naciones que conforman la OCDE, -Organización de los países más desarrollados del mundo-, de los más bajos, no obstante la productividad y horas acumuladas de trabajo que hacen de la fuerza laboral mexicana, una de las más laboriosas del orbe.
Y para entender lo que ahora sucede en la llamada economía de la 4T, recordemos que tras la enorme crisis de pagos que tuvo la economía nacional a inicios de los años 80 del siglo XX, en la cual, el presidente López Portillo declaró insolvente a la economía mexicana, declarándose en moratoria, el Fondo Monetario Internacional, FMI, exigió al gobierno de México, aplicar urgentemente el saneamiento de las finanzas públicas, la privatización de empresas, -desarrollada principalmente en el gobierno de Carlos Salinas-, la liberalización comercial y apertura del mercado interno, junto con la reducción del gasto público o gubernamental que pasó del 42 por ciento en los años 80 del siglo XX, al 25 por ciento para 1991, así como con la contención de incrementos a los salarios reales en la economía formal.
A todo ello se le denominó desde 1983, como “política de cambio estructural” de nuestra economía, en la que se culpaba al déficit financiero gubernamental, de la crisis económica y de la inflación, o del aumento desmesurado y generalizado de precios que se vivió en aquella época.
Es así que en el periodo de Miguel de la Madrid, las recetas del FMI se continuaron aplicando a raja tabla en nuestro país, sin excluir y continuando las severas políticas de austeridad, en la administración federal, sin dejar de lado las políticas monetarias flexibles en lo que respecta a nuestra moneda.
Ya con AMLO en el poder, dos de las medidas ortodoxas del llamado neo/liberalismo se mantienen incólumes, entre otras, como son el saneamiento de las finanzas públicas y la liberación comercial sin restricciones, sobre todo con China, que nos causa más daño que beneficios.
Por el lado del gasto público, éste en términos reales, incluso ha disminuido, manteniéndose en un 20 por ciento, incluso menor al periodo de Peña Nieto en la presidencia de la República, e incluso durante la expansión de la pandemia del covid 19 en 2019 y 2020, donde no hubo ayudas significativas a las pequeñas y medianas empresas, y donde ya con AMLO, estamos observando una disminución del mismo gasto público en sectores como la educación, la salud, la ciencia, y la estratégica formación bruta de capital, orientado a proyectos de inversión y generación de empleos.
En ese sentido vemos que los flujos de capital público federal, están orientados principalmente a los proyectos decididos de antemano por AMLO, presidente, como la refinería de Dos Bocas, el denominado Tren Maya, el nuevo aeropuerto o el corredor trans/ítsmico.
Sin olvidar la desafortunada destrucción decidida por AMLO, presidente, del proyecto ya avanzado del Aeropuerto de Texcoco, -que sí estaba siendo un detonante de la economía mexicana, con decenas de miles de empleos en juego y construcción de infraestructura de alto nivel-.
El manotazo irracional de AMLO al aeropuerto de Texcoco y las indemnizaciones que todos los mexicanos tuvimos que pagar al respecto, rondan alrededor de los 20 mil millones de dólares. O 400 mil millones de pesos.
Y en cuanto a la política fiscal, neoliberal, ni en su nivel ni en su composición hay cambios reales, en el gobierno de la 4T.
El gasto público federal por ejemplo, se mantiene bajo pero los programas sociales subsidiados se incrementan, aunque la economía productiva y las inversiones mixtas, público/privadas se mantienen a su nivel más disminuido posible.
Ello, con el fuerte impacto de la pandemia del covid 19 en la economía mexicana, que provocó millones de pérdidas de empleos, que apenas se están recuperando, ha dificultado que la misma economía mexicana en su conjunto aún, no logre restablecer su nivel respecto al periodo 2018, 2019.
E incluso previo.
Es decir, que la medida ortodoxamente neoliberal, de mantener un gasto público bajo para mantener el equilibrio fiscal, no está ayudando a generar empleos en la economía formal, -cuando la mayor parte de los empleos son creados en la economía informal-, y la formación bruta de capital fijo, también continúa siendo muy baja, ya con AMLO en el poder, en niveles de 20 por ciento del PIB, cuando en China por ejemplo alcanza el 42por ciento de su producto interno bruto, formación bruta china de capital que equivale a 7 trillones de dólares anuales, cuando toda la economía azteca ronda los dos trillones de billetes verdes.
Una diferencia abismal.
De seguir manteniéndose esta contradicción, caída en el gasto público y la inversión bruta de capital fijo, sin alterar los fundamentos de la economía oligárquica mexicana, enfatizando los programas asistenciales, como meros paliativos frente a la profunda desigualdad social, en el contexto de una ausente reforma fiscal de fondo, que grave en serio a los más ricos, y con una economía que no crece a más del 1.5 por ciento, anual, -con todo y que ahora estén pagando al SAT, los empresarios que antes no pagaban impuestos-, terminará colapsando a la economía de la 4T; al no plantearse como una alternativa de fondo al “capitalismo de los cuates” que caracteriza a nuestra economía desde el periodo más radicalmente neoliberal.
Lo cual, evidentemente será aprovechado por la derecha y los sectores más reaccionarios de la nación, para aplastar este tímido y muy contradictorio periodo de cambio, relativo, instaurado con la 4T.