He pasado por Nápoles, después de estar horas muy felices, disfrutando las playas del sur extremo de Italia, leyendo a Roberto Saviano, y luego, viendo tanto la serie como las sucesivas películas sobre la temible Camorra, una de las mafias más poderosas del mundo cuyas redes abarcan medio mundo, para en ese tránsito conectarse con el Cártel de Jalisco Nueva Generación, el grupo de narcotraficantes más expansivo y versátil en toda la historia del crimen, desde el siglo XVII a la fecha.
Ahora me encuentro en un pueblo en la sierra sur de Jalisco, concretamente en un bar denominado los Necios, con un cuadro del Ché Guevara justo en el centro de una de las paredes principales del antro, pintada como si hubiese recibido ráfagas de ak 47, a lo largo y ancho de su contorno rojizo.
Es curioso que a miles de kilómetros de distancia, yo que soy antropólogo y poseo una mirada etnográfica, puedo percibir escenas semejantes a las de las tierras napolitanas, por ejemplo, el ir y venir de jóvenes sicarios y dealers de la droga, en sus motocicletas de marca italiana, cruzando el pueblo montañoso al pie de un enorme cerro de casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar.
Camionetas de lujo, sin hacer aspavientos, controlan todo el territorio, y de modo educado, de vez en cuando, hacen descender de sus automóviles a quienes por algún motivo les llaman la atención.
No agreden. No ofenden. Solicitan documentos y celulares a los asustados viajantes para luego dejarlos ir, cuando constatan que no forman parte de alguna célula narco/criminal enemiga.
Semejante control territorial, se generaliza al control sobre las autoridades municipales y sus policías, quienes quieran o no, se encuentran al servicio del cártel.
Son un poder tras el formal poder, y más real que el poder representado como en un teatro del absurdo, por ediles y fuerzas del orden locales, a quienes les dan ordenes y directrices.
Este cuadro, antropológico y vivencial, se produce en vastas regiones de los 28 estados mexicanos donde el cártel de las cuatro letras, tiene presencia y hegemonía.
Es y ejerce en términos estrictamente leninistas, todo un doble poder, aunque en este caso, no al servicio del proletariado ni de la lucha socialista, sino de los intereses económicos de los líderes de este mega grupo delincuencial.
A diferencia de otros cárteles, como los Zetas vieja y nueva escuela, los del Golfo, la Unión Tepito, la Familia Michoacana, los Viagras, o los Cárteles Unidos, -todos ellos con presencia en el pequeño estado de Colima-; los miembros del CJNG, por lo menos en sus zonas de poder dual sea en Jalisco, Colima, Michoacán, Nayarit o Guerrero, -por mencionar a entidades próximas a Colima-, aún respetan y ayudan a la gente del pueblo, y a los más humildes y necesitados.
Reparten despensas, comida, dan créditos muy bajos a la palabra, regalan medicinas y hasta televisores, regalos de navidad; hasta cierto punto parecieran ser una especie de guerrilla popular, y justiciera.
Al parecer no han llegado aún, a la degradación corporativa, de agredir a sus propia gente, o a las comunidades rurales y barrios urbanos donde se desenvuelven.
Es por eso que cuentan con una enorme base social, como lo demuestra la dura y prolongada guerra suscitada en Michoacán, muy cerca del estado de Colima y su municipio de Tecomán, es decir, en la llamada franja náhuatl de Michoacán, y todos los pueblos aledaños a la sierra de Coalcomán, y a lo largo también de la frontera serrana michoacana y jalisciense.
Acá, en el estado de Colima, la gobernadora Indira Vizcaíno, morenista, presume que en los once meses que lleva en su mandato, se ha asegurado más armas, avituallamiento, drogas y miembros del crimen organizado, que en los últimos diez años.
¡Oir para creer!
Cuando ninguno de sus líderes importantes ni células de combate han sido desactivadas, sino todo lo contrario.
Mientras el ritmo de asesinatos dolosos continúa su ascenso geométrico en nuestro pequeño estado, con 750 asesinados a balazos de noviembre 2021 a inicios de octubre 2022, una cifra ya más alta que durante todo el año anterior.
Y en verdad, no se puede “combatir” a una estructura de poder, narco/paramilitar, con una muy amplia base social, sin entender, antropológico/social y culturalmente, qué es lo que realmente es el CJNG.
Organización que durante el sexenio previo de Peña Nieto, ex presidente, y de Fausto Vallejo del PRI, como gobernador de Michoacán, fue determinante para la derrota de la mafia de los “Caballeros Templarios”, quienes tenían secuestrado a todo el estado de Michoacán, a nivel político, económico y social, ejerciendo su despotismo criminal cobrando impuestos arbitrarios y extorsiones, a todo lo que se moviera.
Extorsionando y secuestrando a miles de michoacanos de bien.
En ese aspecto, AMLO presidente, al no reconocer ni entender el estado de guerra real que padecemos en casi todo México, ha cometido un error estratégico al dirigir muchas de sus estrategias de contra/insurgencia de índole policial y militar, contra las huestes de Rubén,(Nemesio Oseguera Cervantes), sea en Michoacán o en otros estados.
Pero como lo estoy apuntando, la derrota de los Caballeros Templarios, hubiese sido imposible sin el apoyo que el CJNG le prestó al gobierno federal, durante el sexenio pasado.
Hoy, en la sierra de Coalcomán, y zonas aledañas, los milicianos del CJNG, que aún poseen y practican un código de respeto y no agresión contra la población civil, han sabido resistir y combatir a grupos verdaderamente perniciosos, auténticos chupasangre de aguacateros, campesinos, ganaderos y comerciantes de esta amplia zona de Michoacán, precisamente por la amplia base social con la que cuentan, no obstante el apoyo subrepticio de una parte importante las fuerzas del orden, estatales y federales, a los criminales cobardemente agresores a las gentes del pueblo.
Y en su hipócrita estrategia, el gobierno federal se alía a otros grupos del crimen, golpeando y aprehendiendo con saña a familiares y allegados del Mencho, cuya importancia en la toma de decisiones del cártel de las cuatro letras era secundaria, y manteniéndose en la más absoluta pasividad, ante los feroces combates suscitados en las fronteras de Jalisco y Michoacán y las de este rico estado con Colima, así como respecto a las recientes masacres acontecidas en las cercanías de Jilotlán de los Dolores, Jalisco, y el estado de Hidalgo.
En semejante atmósfera de violencia e impunidad, reuniones como las tenidas entre Indira Vizcaíno, gobernadora de Colima, y Bedolla, gobernador de Michoacán, hace cinco meses, debieran servir para algo más que tomarse una foto en donde ambos, aparecen muy sonrientes y autosatisfechos, en medio de auténticos ríos de sangre, dolor y lagrimas, aunque en realidad no aportan nada a esta muy grave problemática.
Y tampoco ayudan al presidente AMLO, a corregir sus inaceptables errores en el frente de guerra michoacano.