Tras el ataque frontal de los hacker activistas de Guacamaya leaks, contra los miles de archivos digitalizados y el mismo centro de ciber comando, de la Secretaría de la Defensa Nacional, de donde extrajeron 6 terabytes de información y más de cinco mil horas de videos, muy comprometedores para las fuerzas armadas mexicanas y para el mismo presidente de la República, la reacción inmediata de Andrés Manuel López Obrador, ha sido como era de esperarse, la de minimizar al máximo y trivializar un asunto muy grave para nuestra seguridad como Nación, diciendo que “el que nada debe nada teme”, sin que hasta la fecha haya ningún castigo para los responsables de semejante agujero producido en la línea más sensible de flotación, del ciber comando militar, porque después de este vergonzoso hecho que ya es un escándalo mayúsculo a nivel mundial, ya se supo que los miembros de Guacamaya leaks, penetraron en éste sensible ámbito militar, -que incluye miles de correos electrónicos de todos los altos mandos del ejército y la marina-, a través de una de las trampas más simples que hay para hackear a equipos personales como a institucionales, como es el de enviar videos pornográficos al destino objetivo del kackeo, como llave de la intromisión, pues de este modo las escazas defensas anti virus y de ciber protección fueron abiertas a los guacamayos, por los propios operadores de las computadoras militares. Por pura lujuria y corrupción moral.
También se supo que el concepto cacarizo que AMLO usa, para referirse a los ahorros de su gobierno, bajo el cuestionable paradigma de la austeridad dizque republicana, terminó afectando considerablemente a las fuerzas armadas, al no haber invertido en la modernización y reforzamiento de los equipos de computo, implicados, como así se está haciendo en los sectores de salud, ecología, educación, ciencia y cultura.
En otras palabras, de manera semejante a la inexistencia de una auténtica política de lucha al crimen organizado, en el plano nacional, el mega ciber ataque de Guacamaya leaks, demostró la extrema pobreza del concepto amloísta de “seguridad nacional”, al no contemplar la importancia hoy, estratégica de la ciber/seguridad militar, pero también de la defensa intransigente, hoy totalmente ausente en el discurso de AMLO presidente y sus morenos, respecto a la degradación en cientos de miles de hectáreas anuales, de los bosques, selvas, ríos, lagunas y mares, de nuestros ecosistemas nacionales.
Y ello, aunque desde 1999 existe una policía nacional cibernética, así como existió el centro de respuesta a incidentes cibernéticos al mando del general Rodríguez Bucio.
Uno de los más experimentados militares en este materia.
Pero pese a ello, a AMLO presidente no parece preocuparle que México hoy, ocupe el des honroso lugar 84 a nivel mundial, en materia de ciber seguridad nacional, y nuestro ejército el mediocre sitio 43 entre todos los ejércitos del mundo, mientras que ya el brasileño es el décimo de los mejores en todo el orbe, y el colombiano, muy por arriba de las fuerzas armadas, aztecas.
Esas son parte de las consecuencias de AMLO presidente, y sus pésimas decisiones, para usar al ejército nacional en todo tipo de labores, descuidando su muy mediocre realidad militar, -así como el ámbito de la guerra electrónica-, exceptuando a nuestras fuerzas especiales comando, que si se encuentran entre las mejores del planeta.
Y también, aunque desde el 2005 ya existe una Ley de Seguridad Nacional, el ataque profundo de los guacamayos, alteró y mostró las enormes debilidades del sistema de Inteligencia militar, más preocupado en o para vigilar a periodistas críticos, opositores, líderes sociales e intelectuales sanamente críticos a las grandes incongruencias de la mal llamada cuarta transformación, que a los políticos y empresarios corruptos, ya no se diga a los verdaderos líderes del narco paramilitarismo, hoy hegemónico en la tercera parte del territorio nacional.
Entonces, los 4 millones de documentos hackeados, equivalentes a seis terabytes de información, también puso al desnudo la miserable conceptualización de los mapas y listas de riesgo, de los peligros derivados para la nación, y su inexistente actualización.
Pues como todos los que hemos estudiado a fondo, y no desde hoy, los problemas de la violencia en América Latina, y de la narco/guerra que consume a México en las últimas tres décadas, vemos con suma preocupación, que el poder de penetración de los guacamayos, está cimbrando los cuatro pilares de toda noción contemporánea en materia de seguridad, como es en primer lugar, la de seguridad nacional/militar, la seguridad pública y policial, la seguridad ciudadana y la correspondiente a la seguridad corporativa o empresarial.
Dado que el control y manejo o distribución de información clasificada, tiene en el espacio de las guerras contemporáneas y electrónicas, un componente altamente estratégico, táctico y por supuesto, de índole operativo.
Es curioso que a diferencia de los ejércitos hackeados en América Latina, como son los de Colombia, Chile, Salvador y Perú, la información obtenida por los guacamayos fue liberada de golpe, y en bloque, mientras que en el caso mexicano va siendo dispersada paulatinamente, produciendo golpes certeros en la política nacional, estatal y regional.
Como lo ilustra la información hoy develada, de los vínculos de varios gobernadores morenistas con el narco crimen, altamente organizado.
O el modo terrorífico en que fueron asesinados por las fuerzas militares y narco policiales guerrerenses, los 43 estudiantes y mártires de Ayotzinapa.
Pero mientras en estos países, las autoridades federales se enceraron días enteros, analizando la situación, generando respuestas y soluciones, adecuadas y pertinentes, AMLO presidente trivializa al máximo semejante ataque a nuestra nación.
Mientras el flamante secretario de la Defensa Nacional, Luis Sandoval González, se niega a comparecer ante el Congreso de la Unión, para rendir cuentas sobre el ciber ataque de los guacamayos, a las estructuras profundas de nuestra seguridad nacional.
