“¿Hay que cambiar el mundo sin tomar el poder, o tomar el poder para cambiar el mundo? Entre la «ilusión política», que considera a la democracia de mercado el horizonte infranqueable de una historia exhausta, y la «ilusión social», que pretende impedir que las impurezas del poder dañen a los movimientos de emancipación, se abre una senda estrecha.” Daniel Bensaïd, Elogio de la política profana.
En un contexto global adverso como el que vivimos actualmente a causa no sólo de la pandemia mundial por el coronavirus, sino también por cuatro décadas de neoliberalismo: En México tenemos una luz de esperanza que irradia al continente.
La 4ta Transformación está demostrando que otra forma de hacer política es posible, que, por el bien de todos, primero los pobres, no es una simple frase; sino una filosofía política que da identidad y rumbo a MORENA y a la 4ta Transformación.
Hoy, en el Día Internacional de las y los Trabajadores, nuestro país repunta como ejemplo al mundo en materia de justicia social y derechos laborales.
En menos de tres años de buen gobierno y de transformación antineoliberal, el salario mínimo ha tenido un incremento progresivo y sostenido. En diciembre de 2018, el salario mínimo en nuestro país aumentó de $88.36 a $102.68, y en estados fronterizos a $176.72. A partir de 2020, el salario mínimo aumentó un 20%, pasó de $102.68 a $123.22 pesos diarios.
Y ahora, en 2021, se logró un nuevo incremento del 15% al salario mínimo diario, lo que equivale a un incremento neto de $18.48 pesos más por día, lo que ubica el salario mínimo de México en un monto de $141.70 pesos diarios. Se pasó de $88.36 a $141.70 pesos diarios, en apenas dos años y medio de un gobierno con austeridad republicana, de un gobierno que lucha frontalmente contra la corrupción, y de un proceso en curso transformación política antineoliberal que pretende reconstruir la soberanía nacional y la dignificación de la vida de las grandes mayorías de nuestro país.
Esta lucha no ha sido sencilla, es una lucha ardua, permanente, y pese a la rabiosa oposición de la derecha mezquina y elitista; un hecho histórico ha ocurrido en México recientemente en materia de derechos de las y los trabajadores.
Después de muchos meses, de intensas mesas de diálogo, de jaloneos políticos, de intereses económicos cupulares, y de ataques mediáticos orquestados: por fin se aprobó en el Congreso de la Unión el paquete de reformas antineoliberales en materia de regulación del outsourcing, para acotarlo exclusivamente a la prestación de servicios especializados, y para eliminarlo de forma absoluta del grueso de las relaciones laborales obrero-patronales. Fue un duro golpe contra ese cáncer social, político y económico que ha crecido en el mundo a lo largo de 40 años con el nombre de neoliberalismo, concretado en materia laboral con el nombre de outsourcing, y que no es otra cosa sino la precarización de las relaciones laborales, la pauperización de la vida y la pérdida de derechos sociales.
Con esta reforma constitucional y legal, se da vuelta a la página de la precarización laboral, de la subcontratación tramposa que no es otra cosa sino el arrendamiento de trabajadoras y trabajadores para que sus empleadores pudiesen evadir sus obligaciones patronales, e incluso sus obligaciones fiscales. Con ello algunas de las grandes empresas transnacionales defraudaban no sólo a la clase trabajadora, sino desmantelaban la capacidad financiera del Estado para traducir el recurso público en políticas sociales en beneficio de las grandes mayorías.
La reforma laboral neoliberal de Felipe Calderón pudo ser al fin soterrada, la implementación por parte de Peña Nieto de dicha reforma al servicio de unas oligarquías, ha sido frenada. Ninguna empresa podrá ya subarrendar a su planta laboral ni podrá tener por subcontratados a trabajadoras y trabajadores que se desempeñen en labores propias del objeto social ni de la actividad económica de la empresa. La larga noche neoliberal en materia de derechos de la clase trabajadora comienza a terminar, para dar paso a la construcción de un modelo laboral cuyo eje rector sea la justicia social y el bien común.
El impacto de los programas sociales que se han constitucionalizado en nuestro país para ser concebidos no ya como dádivas, sino como verdaderos derechos humanos, ha alcanzado ya a casi 25 millones de personas en nuestro país. La construcción paulatina de un Estado de bienestar que reoriente la política y la economía hacia el bien común, es un reto que implica la unión de las grandes masas populares para impulsar y profundizar la transformación, frente a la vengativa revancha de la ultraderecha que quiere volver a administrar al Estado como si fuese una empresa privada, y no una organización política que articula las vidas de millones de personas.
Como candidato a Diputado Federal seguiré luchando y aportando a la profundización de la 4ta Transformación junto a los movimientos sociales por la justicia laboral, la redistribución de riqueza y los derechos humanos. La justicia social en materia laboral ha llegado a nuestro país: Por la defensa de los derechos humanos de las y los trabajadores. Por la defensa de la democracia y de la dignificación laboral de todas y todos.
¡Nuestra lucha es con y en beneficio de las grandes mayorías populares! ¡Qué vivan las y los trabajadores del mundo! ¡Qué viva la 4ta Transformación!