Estándares de calidad por los suelos: pagar salarios, una gran transformación

 

 

Hace muchos años la Secretaría de Educación Pública difundió una publicidad donde se motivaba a los padres familia a apoyar a sus hijos a mejor su desempeño escolar. Los mensajes presentaban casos de niños con bajos niveles de aprovechamiento y padres preocupados y dispuestos a apoyar a los hijos para que éstos mejoraran sus resultados escolares.

Los creativos mexicanos ni tardos ni perezosos inventaron sus propias versiones de los mensajes donde ingeniosos exhortos se hicieron famosos en los chistes populares.

–Hijo –le dice el padre a su vástago muy preocupado y mirando fijamente su boleta de calificaciones— voy  hacer que este seis se convierta en nueve.

-¿Còmo papà?, vamos dime –el niño ve suplicante a su padre–, ¿cómo le hago?

Y el padre, serenamente, simplemente invertía la boleta y el seis se convertía en nueve.

El hijo sencillamente se le quedaba viendo con ojos pelones de ¿Queeeeeeé?

Y el padre muy contento volvìa a sus actividades cotidianas. Fin del chiste. El seis se había convertido en nueve y el niño se quedaba con sus seis y con la burla del adulto a cuestas.

Asì los políticos de hoy.

Resulta que han puesto los estándares de calidad muy por los suelos. Si bien es cierto que Nacho los dejó por los suelos, ello no significa que los ciudadanos estamos dispuestos a soportar que allì se queden y que nos conformemos con resultados mediocres y desempeños propios de sociedades condenadas a la precariedad funcional.

Los y las presidentas municipales anuncian con bombo y platillo que van a pagar los aguinaldos y los salarios del último mes del año. Lo anuncian como un gran logro, como si eso no fuera algo normal y cotidiano que debe hacer un patrón, pagar la mano de obra que ha contratado.

Su razonamiento gira en la lógica siguiente: Nacho no pago los sueldos, por tanto si yo sì los pago; luego entonces,  yo he superado al gobierno anterior, al mediocre gobierno de Nacho. Ese es un gran logro. Aplausos por favor.

Incluso en las redes sociales los apoyadores de la encargada del Ejecutivo estatal lanzan consignas de agradecimiento y vítores a la transformación que tanto publicitan. Y todo porque està pagando los salarios. Para ellos, hoy en dìa, pagar los salarios es una proeza.

Antes pagar los salarios era un asunto normal, cotidiano propio de gente que compra fuerza de trabajo y cumple con su pago. Nada extraordinario. Quizà eso para ellos, en su mediocridad, es un gran logro pagar las quincenas atrasadas. Pagar los salarios es un gran logro. Un exitazo gubernamental. Asì de mediocres se plantan frente a la sociedad.

Todo podría quedar en un mal chiste del peor humor negro, pero resulta que estamos hablando de personas de carne y hueso, con hijos, con obligaciones financieras, entre otras cosas, que viven una vida normal, que comen, que sueñan y que precisan de actitudes normales de los demás, sobre todo de sus patrones que en este caso es el gobierno.

Este gobierno en funciones –aunque usted no lo crea ya està en funciones– desde la salida de facto de gobierno de Nacho anunció con sus actitudes que es un gobierno deshilvanado, mediocre, nepòtico, amiguista, carente de proyecto que lo único que harà en los próximos días y meses serà ir acumulando su mediocridad y su incapacidad funcional y màs temprano que tarde los ciudadanos tendremos que hacer uso de la revocación de mandato para enderezar las cosas y no repetir la historia inmediata que nos pasò con Nacho. Con Nacho no existía la reglamentación de la revocación de mandato y todavía no se reglamenta. Ojalà los diputados nos regalen la reglamentación de la figura legal de la revocación de mandato porque, a como pintan las cosas, pronto la vamos a necesitar, mañana puede ser demasiado tarde. Los ciudadanos necesitamos instrumentos democráticos porque podemos repetir la historia del sexenio pasado y màs cuando el PRI abiertamente se muestra en alianza con el partido Morena en Colima.

Estamos a tiempo, la revocación de mandato es un instrumento que los ciudadanos necesitamos ya.

No esperemos a que el destino nos vuelva a alcanzar.