El Oscuro Páramo: Semillas para el Barrio

Hay quienes piensan que la transformación de un entorno, de una comunidad, de un barrio o de una ciudad sólo se mide en kilómetros de carretera, en toneladas de asfalto, en metros cúbicos de concreto o en manos de pintura. Pero hay otras formas de medir el cambio: por los niños que vuelven a correr en una cancha recién iluminada, por las vecinas que retoman el diálogo en un jardín olvidado, por el gesto compartido de jóvenes y mayores que redibujan juntos el mapa emocional de su colonia.
Eso son los Semilleros por la Transformación: una apuesta por lo intangible de la palabra, del diálogo, del esparcimiento y de la creatividad para sostener lo duradero, una estrategia del Gobierno del Estado de Colima que, más allá de lo físico, busca intervenir el alma de los barrios: sus parques, sus canchas, sus banquetas heridas… y con ello, la relación entre quienes los habitan.
No es casual que esta intervención se llame Semillero. Porque no se impone: se siembra. Las y los mediadores o facilitadores tienen la tarea de escuchar. De caminar con la comunidad. De recuperar la memoria del lugar y de reconstruir una nueva, donde quepan todos y todas. Las infancias, las juventudes, las personas adultas mayores, los pueblos originarios, las mujeres.
Nadie sobra en este esfuerzo que tiene por raíz la interculturalidad, la intergeneracionalidad y la paz como forma de cultura viva y de relacionarse.
Como ha dicho la UNESCO: «la paz no es solamente la ausencia de guerra, sino también la presencia de justicia, equidad y bienestar para todos y todas.»
Esa es la brújula que guía este programa. Una cancha no es solo un espacio de juego: puede ser un refugio de paz, un territorio donde se aprende a convivir, a respetar, a cooperar.
En un país donde el abandono institucional suele traducirse en violencia, esta intervención de espacios públicos con enfoque comunitario es también un acto político profundo: resignificar lo común, devolverle sentido al espacio compartido, redignificar el uso de la palabra para el encuentro de la diferencia.
Porque cuando una cancha se llena de vida, cuando una plaza se convierte en lugar común, también se transforma la idea que tenemos de lo público, de lo que es de todos, de lo que pertenece, se debe cuidar y proteger.
“Construir cultura de paz implica reconocer al otro como legítimo otro en su diferencia y dignidad”, afirma la investigadora colombiana Luz Dary Gil.
Por eso, en estos Semilleros, no hay imposición ni homogeneidad: hay diálogo, respeto, encuentro de saberes y experiencias que deberán ser resguardadas por Comités en los que participen al menos 15 miembros de la comunidad, que decidirán el rumbo de las acciones a realizar, evaluarán la funcionalidad de las tareas de facilitadoras y facilitadores y decidirán mediante ejercicios de democracia participativa y acción comunitaria hacia dónde guiar los esfuerzos de los Semilleros en sus barrios y comunidades.
Los Semilleros son talleres, son juegos, son charlas-diagnósticos, son pintura, tejido, danza, escucha, risas. Con la voluntad de no dejar a nadie atrás. Y con una metodología que nace desde abajo, con gente joven comprometida, muchas veces de los mismos barrios, que no sólo intervienen: acompañan los esfuerzos que se desarrollarán en los casi 250 espacios a intervenir en la entidad.
La cultura de paz no se decreta: se siembra. La apuesta del Gobierno Estatal es que esa semilla crezca entre el concreto y permita retomar la confianza entre vecinos. Como diría Paulo Freire: “La paz es el resultado del esfuerzo ético de los pueblos que deciden caminar juntos.”
Transformar no siempre es hacer lo más visible, sino lo más urgente. Y hoy lo urgente es volver a encontrarnos. Que el espacio público vuelva a ser refugio, no territorio hostil. Que los rostros de la colonia se reconozcan otra vez, y que ahí, entre risas y mapas de sentimientos, brote una comunidad que se piensa, se cuida y se transforma a sí misma. Que vuelvan las sillas a las banquetas como aquella portada del ultimo álbum de Bad Bunny.
En tiempos donde la desesperanza suele caminar más rápido que el cambio, hay que apostar por quienes siembran. Aunque lo que siembren no se vea al instante. Porque al final, la transformación más profunda no se construye con maquinaria, sino con afecto y esa es la apuesta del Gobierno de Indira Vizcaíno. Una nueva pedagogía colimense basada en la ternura.