El Oscuro Páramo: Llegaron las lluvias: se encienden los fogones de ceniza y memoria

En Colima, la cocina se huele, se canta, se cultiva, se hereda. Como si el Volcán de Fuego nos diera además de tierra fértil, sazón, notas agridulces, sabores ahumados y aguardientes. Porque hay algo en su ceniza que amansa el maíz y lo transforma en tortillas más vivas, en atoles más hondos, en fogones más colimotes.
Las manos que encienden el fuego saben de tiempos que no se aprenden en escuelas. Son mujeres de fuego lento, de oído fino, de memoria palpitante. Las cocineras de Comala, Zacualpan, Ixlahuacán, Cerro Grande, El Real y Cuyutlán. Cada una, una guardiana de los saberes antiguos; cada receta, una fórmula alquimista hecha a punta de humo, paciencia, amor y sabores que se heredan.
Las cocinas de Doña Mari en Campo 4, de Lucero en El Remate, Doña Ana en Cuyutlán, de Rosy en Cofradía, de Sandra en Agua de la Virgen, se enriquecen en primavera y en verano. Los ríos no sólo riegan los cultivos: alimentan el alma de sus fogones.
Las maderas que se recogen en las cañadas o en los humedales —guásima, cuatecomate, mezquite, mangle— perfuman el humo, dan carácter ceremonial al tatemado, profundidad a los camarones en salsa de tamarindo, dulzura a los bonetes cocidos en frijoles, textura a los tacos de guamúchiles guisados… huelen al campo después de la lluvia.
Ahí donde la leña es parte del guiso, cada platillo sabe a origen. Hay en los tamales de ceniza, en el pozole seco, en los chacales dorados con ajo y en la cuachala y el pipián, un mestizaje sin mapa, pero con memoria.
Son bocados de historia viva: el chile tatemado sobre comal negro; el nixtamal que se lava con agua de cántaro; el molinillo que canta sobre el cacao de Canoas; el cacahuate que crece en las playas del Río Salado, o el café espeso de San Antonio, como los cuentos de la abuela.
No hay cocina tradicional colimense sin el murmullo del volcán a lo lejos. Sin el maíz que crece entre las lavas viejas, sin la hoja de plátano, sin el sol que dora la palmera y la convierte en dulce sensación de cocada y vuelo de hamaca. Aquí la tierra no solo alimenta: cuenta historias de años que soñamos.
Cocinar en humo en Colima es un acto de resistencia, de raíz y de ternura contra la proliferación abrupta de restaurantes que repiten recetas, fórmulas y construcciones “aestetic”.
Aca la rebeldía es encender el fuego sabiendo que en cada hervor va también el nombre de quienes ya no están, pero siguen hablando desde el aroma en las cocinas que crecimos, en la comida que nos dio este carácter calmo y tierno a los colimotes.
Y así, entre ollas negras y cuchillos afilados por la costumbre, sigue viva la cocina colimense. Viva como la ceniza, como el río, como la palabra. La cocina tradicional colimota resiste. Ayudemos a que siga viva.
(Si te interesa ir a consumir a alguna de estas cocinas, te comparto teléfonos de contacto)
La cocina de Mary- Campo 4 Tel: 3123104517
La cocina de Lucero – El Remate Tel: 3121998907
Cacahuate de Origen Las Conchas Tel: 3121888951
Mariscos Mario-Anita Alvarado – Cuyutlan Tel: 3123399215