Si defender lo que Ustedes llaman “libertad de expresión” significa la permanencia de los privilegios a que estaba acostumbrada la casta dorada del antiguo régimen, sus contratos multimillonarios y el hedor a corrupción que impregnó la relación entre el poder político y un sector del poder cultural en México (Vuelta / Nexos), millones de mexicanos y mexicanas no dudamos ni un momento: estamos a favor de que se acabe con esa “libertad de expresión”.
Mienten al decir que la libertad de expresión está “bajo asedio”.
Lo que está bajo asedio es la corrupción y las complicidades ampliamente documentadas de quienes sostuvieron un régimen de muerte, latrocinio y despojos brutales, entre los que figuran algunos de Ustedes (Jorge G. Castañeda, María Amparo Casar, Aguilar Camín, Enrique Krauze, Otto Granados Roldán, etc., etc.).
La democracia en México SÍ está claramente amenazada y la ciudadanía sabe que quienes la amenazan no reside en Palacio Nacional.
La democracia en México está amenazada por ese sector de la derecha golpista y amlofóbica que no ha dejado UN SOLO DÍA de difamar al presidente y de mentir, llamando abierta y descaradamente a destituirlo del mandato que le otorgamos más de 30 millones de mexicanos.
A Ustedes, abajofirmantes, les recuerdo que, después de la elección presidencial de Francisco I. Madero en 1911, la del presidente López Obrador ha sido la que ha contado con la mayor legitimidad democrática DE TODA LA HISTORIA de este país.
Saben que López Obrador es un presidente que cuenta con un amplio apoyo ciudadano, por ello no han dejado de atacarlo, incluso con las armas más ruines, como en su momento también se hizo con Madero.
Hablar con la verdad no es estigmatizar ni tampoco difamar.
Aquí, en esta historia, los que desde hace por lo menos 15 años han estigmatizado y difamado han sido, precisamente, aquellos que han amasado enormes fortunas al amparo de ese poder político que los corrompió. ¿Recuerdan aquella campaña de “es un peligro” para México?
Dicen Ustedes que la sociedad se siente agraviada ante la degradación del lenguaje público. Así es: como parte de la sociedad, yo me siento profundamente agraviada por ese discurso de intolerancia, de difamación y engaño que algunos de Ustedes han promovido desde hace varios lustros. Basta asomarse a las redes sociales para constatar ese nivel de degradación en que han caído.
Ante los irracionales y degradantes ataques de que ha sido objeto el presidente de la república, somos millones quienes le respaldamos en su lucha abierta y frontal contra la corrupción, con todo y sus contradicciones, que las tiene. Los 2.5 millones de firmas reunidas en unos cuantos días, en plena pandemia, para demandar juicio a los expresidentes, es apenas una muestra de ello.
Ustedes, abajofirmantes, mienten al aseverar que el régimen actual amaga judicialmente y censura a quienes le critican. No es así. Quienes han sido evidenciados ante la opinión pública han sido, precisamente, aquellos que han prostituido a la prensa y a la cultura, aplaudiendo a un régimen asesino, corrupto y depredador a cambio de todo tipo de dádivas.
No es el presidente de México el que ha humillado al poder Judicial; sino éste, sus jueces y ministerios públicos, el que sistemáticamente, desde hace muchas décadas, ha humillado a la Justicia en este país y con ella a toda la nación.
Lo que México necesita es un periodismo y una intelectualidad que ejerza en libertad su pensamiento y creatividad, sin las ataduras que conlleva el amasiato con el poder político y esas dádivas multimillonarias que le caracterizaron. Ese México, en su gran mayoría, Ustedes no lo representan.
Por último, no es la palabra de Enrique Krauze ni la de Aguilar Camín la que está amenazada, sino la de miles de periodistas que todos los días son asechados por la cleptocracia y el crímen organizado, como ese centenar de periodistas que ha caído asesinado en la digna defensa de la libertad de expresión que realizaron, ante un régimen rodeado de criminales que los asesinó, régimen al cual Ustedes, por cierto, siguen defendiendo.