El Oscuro Páramo: Ecos del 1 de Mayo

La cancelación del desfile del 1 de mayo en la capital de Colima ha generado desconcierto, incomodidad y, en ciertos sectores del conservadurismo y la resistencia prianista, hasta indignación. No pocos lo interpretan como un desaire del Gobierno Estatal a la clase trabajadora organizada y han querido magnificar el hecho de que en Colima no haya habido un “Desfile Oficial”.
Sin embargo, más allá del reclamo fácil y el ruido gremial, vale la pena detenerse a pensar: ¿por qué tendríamos que seguir creyendo que la única forma legítima de conmemorar el Día del Trabajo es marchar por una avenida bajo el mismo formato que impuso el PRI hegemónico durante décadas?
¿Qué sentido tiene repetir, año con año, un ritual que nació más como una forma de control que de reivindicación?
Porque eso fue, en buena medida, el desfile oficial del 1 de mayo durante décadas: una escenografía montada para demostrar alineamiento con el poder, para disciplinar la protesta, convertir la inconformidad en coreografía e institucionalizar el reclamo de la clase trabajadora en ecos de un solo día.
El día del Desahogo
El 1 de mayo era el día del desahogo de la clase trabajadora sin importar que el resto del año el abuso, la omisión, la explotación laboral, la injusticia salarial fueran el pan de cada día.
Contrario a lo que resiste del priísmo colimense y sus medios oficiales: la conmemoración del 1 de Mayo debería ser un momento reflexivo para la lucha de clases no una pasarela política con lonas, cartulinas y mantas diseñadas al gusto del patrón político, con contingentes que avanzaban al ritmo de la línea institucional y consignas que no tenían eco.
Hoy, en un país que transita por una transformación profunda, esa vieja liturgia parece más un anacronismo que una conquista.
¿Acaso no es más revolucionario repensar las formas de lucha? ¿reivindicar las conquistas que el neoliberalismo se llevó? ¿la jornada de 40 horas? ¿el aumento histórico al salario mínimo? ¿la mejor etapa en generación de empleos de los últimas décadas?
A quienes critican la postura de la administración estatal sobre el Desfile se les ha hecho obvio pasarla por el tamiz de los gobiernos y visiones del pasado.
Pero ¿no sería más coherente con el espíritu de la Cuarta Transformación abandonar los moldes de la vieja política y dar paso a formas auténticas, libres y críticas de participación obrera? Sin poderlo asegurar, me atrevería a afirmar que esa es la visión de quien ostenta el mayor poder político en la entidad.
Desde mi óptica, la verdadera conmemoración del 1 de mayo no está en el desfile, sino en el debate, en la memoria, en la organización comunitaria y en la lucha por condiciones dignas de trabajo todos los días: está en exigir desde abajo, no en desfilar frente a un templete con funcionarios que aplauden o reciben consignas bajo la sombra de una carpa.
La suspensión del desfile en Colima capital debería verse, no como una omisión del Gobierno, sino como la posibilidad que otorga la reivindicación y la separación de la clase trabajadora de sus líderes gremiales, como fue, de manera incipiente lo sucedido ayer en la capital.
¿Por qué no aprovechar este quiebre para imaginar nuevas formas de conmemorar el trabajo y las conquistas sindicales?
Que los Sindicatos o sus bases dejen de pedir permiso para manifestarse. Que se reúnan, discutan, propongan y ejerzan su autonomía para reclamar omisiones o para reconocer cuando se cumple, como sucedió con Martín Flores Castañeda y su mención a la administración estatal de Indira Vizcaíno por cubrir deudas históricas acumuladas en el gobierno de Nacho Peralta.
El mundo del trabajo ha cambiado. La clase trabajadora ya no se limita a las fábricas y oficinas sindicalizadas. Hoy existen millones de trabajadores en la informalidad, en plataformas digitales, en cuidados no remunerados, que jamás han desfilado pero que sostienen la economía con su esfuerzo invisible.
La pregunta entonces no es por qué se canceló el desfile, sino por qué seguimos creyendo que es indispensable. Quizá lo verdaderamente transformador sea dejar de marchar como antes y empezar a caminar hacia un futuro distinto.