
Colimense, no te hagas que la Virgen te habla, por décadas, el PRIAN ha operado como una serpiente que muerde su cola con incontables excesos y ocultando sus crímenes bajo la nave del olvido hoy apuestan a la desmemoria colectiva, al carpetazo, a que no se diga nada, esperando que la corrupción, el desfalco y el abuso de poder se disuelvan en el tiempo. Pero no, jamás el olvido puede ser una opción.
La sociedad colimense de entre 40-45 años o más (chavorucos y los papas de estos) tienen exacta memoria, pero el hambre y la falta de empleo los llevo directo al besamanos, empujándolos a ser cómplices y rendir pleitesía a sus verdugos, pero eso no borra los incontables desfalcos, desvíos de recursos y vínculos con el crimen organizado que marcaron esas administraciones.
Desde Arturo Noriega Pizano, Elías Zamora hasta José Ignacio Peralta Sánchez, una larga lista de exgobernadores, líderes sindicales y empresarios han tejido una red de complicidades que les permitió el saqueo metódico del estado. Prostituyeron la política en Colima, convirtiéndola en un juego de intereses donde el llegar al poder significaba acceder a fortunas ilícitas o morir en el intento. ¡Oh No!
El priismo colimense facilitó la perpetuación de esta estructura corrupta. Gobernadores como * Silverio Cavazos y Mario Anguiano Moreno * no solo garantizaron impunidad para ellos y sus allegados, sino que también establecieron nexos peligrosos con grupos del crimen organizado.
El caso de Silverio Cavazos, su propio asesinato en 2010 expuso los vínculos entre el narcotráfico y la política local. Informes de agencias internacionales como la DEA y el FBI han señalado la presencia de prestanombres y operadores financieros ligados a estas administraciones.
Las pruebas de que el crimen organizado se infiltró en el gobierno estatal datan desde hace más de 40 años cuando el exgobernador Elías Zamora Verduzco facilitó el ingreso de cargamentos de cocaína provenientes de Colombia a través del puerto de Manzanillo. Su relación con Juan Manuel Salcido Uzeta, alias «El Cochiloco», no solo consolidó a Colima como una pieza clave en el narcotráfico, sentó las bases de la corrupción institucionalizada que sigue vigente.
Las fortunas amasadas por estos políticos no son un secreto. La viuda de Cavazos, Idalia González, y figuras como Rafael Gutiérrez Villalobos, operador financiero del cartel de los Valencia; Francisco Anzar y Rigoberto Salazar; han acumulado riquezas incalculables, desde fraccionamientos en las zonas más exclusivas, restaurantes, hoteles y ranchos hasta cientos de concesiones de taxis y propiedades de lujo en el extranjero. Mientras tanto, la violencia se disparó y decenas de asesinatos políticos quedaron impunes.
Bajo el mandato de Anguiano Moreno, la inseguridad alcanzó niveles críticos. Los asesinatos de Saúl Adame Barreto, Jaime Ernesto Vázquez Montes y Crispín Gutiérrez Moreno son solo algunos ejemplos de los crímenes sin resolver. El atentado contra Fernando Moreno Peña en un restaurante de la capital es una prueba más de que los pactos entre políticos y los grupos del crimen organizado no siempre terminan bien.
La historia de Colima no es solo la de un estado saqueado, sino la de una sociedad que ha sido testigo del cinismo de sus gobernantes. Hoy, quienes han sobrevivido a estos gobiernos enfrentan la disyuntiva de aceptar la impunidad o exigir justicia. Pero el olvido no puede ser una opción y más cuando se urde frente a nosotros una nueva vinculación de municipios gobernados por el PRIAN y sostenidos por vínculos inconfesables.
QUE TANTO ES TANTITO
Los ciudadanos tenemos la posibilidad de romper el ciclo de impunidad, exigir rendición de cuentas y no permitir que los mismos apellidos continúen gobernando con la misma impunidad de siempre, si no, el PRIAN seguirá siendo la serpiente que devora al pueblo sin consecuencias.
Algo que no pudieron erradicar fue, la memoria y mientras la memoria siga viva, la verdad siempre tendrá una oportunidad de salir a la luz. ¡Al tiempo!