El mexicano de a pie sabe que la justicia nunca ha sido para los pobres; ha sido, históricamente, un lujo al alcance de unos pocos, una farsa diseñada para mantener el statu quo de unos privilegiados. Ahora con la reciente reforma al Poder Judicial que ha sacudido al país deja al descubierto la profunda crisis de legitimidad que enfrenta la Suprema Corte de Justicia (SCJ).
Se confirma lo que ya era un secreto a voces: los ministros de la Suprema Corte de Justicia han operado al servicio privado del poder las élites, del Narco y de los intereses oscuros del poder económico y político bajo la tutela de los partidos tradicionales, como el PAN y el PRI, otorgando o negando justicia a su antojo y conveniencia.
Los once ministros que conforman la SCJ han sido señalados como responsables de fracturar gravemente al Poder Judicial. Sus decisiones, alejadas del principio de imparcialidad y subordinadas a otros intereses, han hecho que la ciudadanía perciba a este órgano como una institución que ha perdido su identidad, su discurso y, más grave aún, el respeto al principio constitucional de la división de poderes y la independencia judicial, pilares fundamentales establecidos en el artículo 49 de nuestra Carta Magna.
La situación actual hace eco de la frase de José María Morelos y Pavón en 1815: “Que todo aquel que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario” ¡¡No pos Sí¡¡
Hoy, esa frase parece haber quedado estéril ante una realidad en la que los intereses de pocos prevalecen sobre el derecho de muchos a una justicia verdaderamente equitativa. En un país donde la justicia no llega a los más necesitados, la reforma al Poder Judicial no solo es una cuestión legal, sino también moral y ética, y deber ser, un llamado urgente a reconstruir la confianza en nuestras instituciones.
QUE TANTO ES TANTITO
La clase política que antes hacía reformas a su antojo encabezada por figuras en el PRI, PAN son las mismas que se aferran a sus privilegios como si fueran un derecho divino.