La primavera hace que todo cambie, que la luz se vea con más intensidad y como un grito de júbilo todo se llene de color, de sueños y de posibilidades. Así es la primavera feminista que vive, que atrae un aire fresco, que reclama justicia desde la raíz y que evidencia las contradicciones del patriarcado y del capitalismo.
Con el calor de la primavera emergen nuevas flores que resisten y transforman el paisaje, como Las Montoyas, un colectivo de estudiantes de medicina de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), quienes denuncian a profesores acosadores y violadores dentro de la misma institución, defienden férreamente la despenalización del aborto, se vinculan y participan en las manifestaciones feministas, entre otras actividades.
Estas jóvenes mujeres, que inician su activismo feminista toman su nombre de Matilde Montoya, la primera mujer en recibir el grado de médica en México, hecho ocurrido en 1887, durante el porfiriato, Matilde era una mujer acomoda con ciertos privilegios en un México muy desigual y que gracias a las relaciones familiares y el dinero que ostentaba pudo acceder a la educación universitaria, a diferencia de muchas otras mujeres durante esa época.
En esta estación florece la hermandad, así como las moradas flores de las jacarandas. Ambas tiñendo las ciudades de violeta, de imaginación, de futuro. A este bosque purpura pertenecen Las Montoyas, un joven árbol en pleno crecimiento, que ha perdido una flor. Una flor joven, inquieta, con ganas de aprender y desaprender, con un alto sentido de justicia y con mucho amor que dar, incluso de más, tanto que se pudo confundir para caer en el amor romántico, un olor hermoso pero pasajero, un olor sintético y creado, que se desvanece rápidamente al pasar los minutos, un olor que debemos erradicar.
Hoy hablo de Las Montoya para que puedan servir de ejemplo a muchas jóvenes mujeres en la Universidad de Colima, además de agradecer su compromiso, valentía, entusiasmo en la lucha que emprenden, pero sobre todo por darle a conocer a esa flor caída lo maravilloso no sólo del activismo, sino de la constancia de la militancia. Mi hermana que tenía poco siendo activista e iniciaba su andar como feminista socialista, perteneció a este pequeño núcleo de futuras médicas, que esperemos que la radicalidad de sus acciones también esté acompañada de una fuerte formación.
Desde la Coordinadora Socialista Revolucionaria (CSR), de nuestras compañeras, de las Colectivas Feministas con Voz de Maíz en CDMX y Voces Feministas en Aquelarre en Colima tendemos un lanzo de amistad, fraterno y sororo para colaborar.
La primavera aún no acaba, está en su inicio, aunque ustedes y nosotros sintamos el vacío de la ausencia, esperemos que esta flor caída llene de semillas fuertes la tierra para el germinar de las luchas venideras.
A Las Montoya, a mí, a mí hermana…. Hasta siempre.