Hoy no quiero escribir de nada ni de nadie. Hoy me siento muy feliz porque me siento un triunfador culturalmente hablando.
Un once de noviembre –de 1928- nació Carlos Fuentes. Un doce de noviembre de 1648 nació Sor Juana Inés de la Cruz, mejor conocida como Juana Inés de Asbaje Ramírez y Santillana. Un día 13 de noviembre –de 1953-nació Andrés Manuel Lopez Obrador.
Es decir, que yo nací un día después –similar- al que nació de Carlos Fuentes, el mero día de Sor Juana y un día antes que López Obrador.
Sin embargo, yo no triunfé como ellos; luego entonces, me considero un literato fallido y un político que le hubiera gustado haber sido exitoso, pero no lo fui. Por ello, Carlos Fuentes, Juana Inés y López Obrador son mi alter ego.
Viví y crecí en tiempos del corporativismo político dominado por el PRI y yo era un tipo que opinaba diferente. Mis amigos, mis parientes y mis maestros no se cansaban de decirme que vivía en el error que tenía que adaptarme a las condiciones o de lo contrario moriría en el intento. La marginación sería mi condición y la mediocridad mi destino.
De niño, recuerdo los acontecimientos del dos de octubre de 1968, como una invasión de comunistas rusos que la radio privada conservadora difundía y escuché como se difamaba a los muchachos rebeldes que reclamaban ser escuchados y tomados en cuenta. El gobierno y los empresarios los difamaron y defenestraron hasta que se hartaron.
En 1988 vi como el PRI perdió las elecciones y no abandonó el poder y la gente, a pesar de eso, no se resignó. En el inicio del siglo XXI, precisamente en el año 2000, volvimos a hacer morder el polvo al PRI; sacamos al PRI de Los Pinos por la puerta y vi como Vicente Fox lo volvió a meter por la ventana. Viví en el 2006 el regreso del fraude electoral y vi como crecía el cinismo de intelectuales, periodistas y empresarios. Los volvía a ver difamando, insultado, mintiendo y reprimiendo a la gente.
En el 2018 por primera vez, en mi vida, vi como ganaba la presidencia un tipo que planteaba hacer realidad los sueños de muchos.
Hoy veo a los ricos muertos de coraje. Los veo llenos de ira y de rencor. Veo a los niños caguengues de Colima –clase social a la que pertenece el actual gobernador- desesperados por robarse todo lo que pueden del erario porque saben que ya se van y su dios es el dinero.
Hoy no quiero escribir de nada porque no quiero trabajar. Soy un hombre feliz porque tengo una familia hermosa -con mi esposa y tres hijas formidables- y vivo en la medianía y veo a los políticos ricos retorciéndose de coraje porque los pobres cuentan y opinan en la vida política. Estoy feliz porque los más pobres están recuperando su dignidad y los niños caguengues se están yendo del gobierno y ya no podrán robar más.
Estoy feliz de haber triunfado culturalmente, de haber resistido y haber cooperado para cambiar a México; porque hoy existe una generación de jóvenes que están empujando fuerte para construir un México mejor. Hoy estoy feliz porque cumplo 60 años.
Dicen que vivía en el error, falso. Ellos vivían en el error y la vida cambio para bien. Para bien de todos sin rencores y con esperanza de futuro.
Como dice, en la Pequeña serenata diurna, Silvio Rodríguez: “Soy feliz, soy un hombre feliz, y quiero que me perdonen, por este día, los muertos de mi felicidad”.
Hoy es 12 de noviembre y no quiero escribir de nada porque soy un hombre feliz. Punto.