Montones de Palabras: La que soy/La maternidad: 10 años y contando.
La opinión semanal de Wen Hernández
I
Para comenzar por el justo principio, hablaré un poco sobre mí y sobre lo que hago en este espacio. Soy manzanillense de nacencia y colimense de residencia. Nací hace tantito más de 41 años, en el seno de una familia amante del canto, la fiesta y el cotorreo, gustos que heredé a cabalidad y practico con harta devoción.
Hace más de un par de lustros me hice restauradora de bienes culturales, profesión que ejerzo casi con fervor religioso y es quizá una de las partes que más amo de mi existencia. Me gusta la soledad y el silencio que en muchas ocasiones implica, pero también los sonidos y el trabajo de equipo que son necesarios en otras. Soy fanática de los olores y de la magia que desprende ese rinconcillo de mi casa que he dado en llamar ‘mi taller’.
También ejerzo la profesión de mamá de una chamaca de casi 10 años, que para efectos de este palabrerío, llamaremos ‘Susanita’. En camino viene Bebé, que hasta hoy no sabemos si es ella o él (y quizá no lo sabremos hasta pasados varios años de su nacimiento, pero ese es otro boleto) y que me ha traído vuelta loca entre mareos, náuseas, vómitos, estreñimientos y rachas de mal sueño ¿será acaso la característica de esa generación pandemial?
Vivo al lado de un hombre maravilloso, un tal Don Enrique, con quien comparto -además de estos días y noches de encierro pandémico- la autoría de la personita que crece en mis adentros. Hemos aprendido a amarnos y a entender que somos personas distintas, con distintas historias, gustos, humores e ideas, pero nos une el abrazo, el proyecto de un futuro que todos los días se hace presente y las ganas de traer a Bebé al mundo y formarle para que sea alguien a quien valga la pena haberle dado la vida.
Soy clienta frecuente del insomnio y en esas largas vigilias me da por levantarme de la cama y ponerme a hacer cosas productivas, como escribir montones de palabras que no siempre tienen sentido y que pueden llegar a ser tan disparatadas, que hasta logro reflejarme en ellas. Hace ya algunos años intenté ser poeta, con resultados no tan halagadores como yo hubiera querido, pero fue entonces que descubrí que me gusta compartir lo que escribo y heme aquí, con la intención de hacerlo cada semana, sin ninguna pretensión más allá de mostrar cómo veo el mundo, como lo siento y hasta cómo lo sufro. A ver qué.
II
Hace 10 años estaba a unos días de parir y, según los recuerdos de FB, estaba muy cansada. Cargaba la luna en mi vientre y se negaba a abandonar su guarida para salir al mundo. La sentía moverse con fuerza, aventarse, ensayar la forma en que se abriría paso entre mi carne. Con cada empujón, mi panza se endurecía y mis miedos se hacían más grandes: ¿Sabré ser madre? ¿Le caeré bien? ¿Me caerá bien? ¿Nos querremos? A la par, crecía también el temor de otro pleito o de la definitiva ruptura de la relación con su padre. Me sentía frágil, desvalida y fracasada en el intento de ‘formar una familia’, ya no perfecta, pero al menos una familia de tres.
A casi diez años de la llegada de Susanita, puedo decir que el balance de mi maternidad no ha sido tan caótico como parecía entonces: finalmente terminamos siendo solo las dos, y su papá como una presencia periférica, pero trascendental y necesaria. Susana y yo, por lo general, nos caemos bien, nos queremos y compartimos muchas cosas bellas y divertidas, además de otras tantas que no lo son. He aprendido a ser madre…no perfecta, más bien soy de esas que tapan a su hija cuando le da frío (a mí, no a ella); he sabido quitarle la fiebre, la he defendido del mundo y de mí misma; he aprendido a dejarla ser y también le he coartado su libertad cuando mi paupérrima sabiduría me indica que así debe ser. Me he equivocado muchas (pero muchas) veces y he acertado muchísimas otras. Al final estoy contenta y satisfecha con la madre que he sido; ahora falta ver cuántas estrellitas le pondrá ella a mi servicio.
En fin, que si pudiera regresar al 2010, cuando escribí en Facebook sobre mi profundo cansancio, rogándole al cielo que ya naciera la cría y exponiéndole al mundo mis temores, me diría que no la haga de tos, que va a salir bien y que me vaya acostumbrando al cansancio, porque será una constante de ahí pa´lante; pero que habrá días, incontables días, en que sentiré que vale la pena y lo abrazaré con amor, con ese mismo amor con que abrazo a mi Susana; con el mismo que me abrazo yo, me soy paciente y me reconozco ni buena ni mala madre, sino todo lo contrario.
Feliz 11 de agosto para Susanita, pues.