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Un nuevo mundo requiere nuevas palabras: Héctor Hernández Montecinos

Si todo esto que ha sucedido en los últimos dos meses hubiese pasado en los dos últimos años nadie se habría dado cuenta. El escollo ha venido por lo rápido de todo, lo intempestivo, la velocidad de los acontecimientos. En una misma semana el petróleo es el motor económico del mundo y luego hay tanto excedente que su valor llega a cero. La brecha ya no es sólo entre los ricos y los pobres sino entre los que quieren un país y los que quieren un paisaje parafraseando a Nicanor.

 

Un nuevo mundo requiere nuevas palabras, nuevos conceptos, nuevas formas de conjugar lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer en el plano concreto, en la conciencia y en la red. El diseño del 5G fue creado para estar conectados 24/7 con múltiples dispositivos que es lo que hemos hecho gran parte de la población con el tema del virus. ¿Fuimos conejillos de indias? Probablemente sí. ¿Es una crisis creada? No lo sé.

Si todo esto que ha sucedido en los últimos dos meses hubiese pasado en los dos últimos años nadie se habría dado cuenta. El escollo ha venido por lo rápido de todo, lo intempestivo, la velocidad de los acontecimientos. En una misma semana el petróleo es el motor económico del mundo y luego hay tanto excedente que su valor llega a cero. La brecha ya no es sólo entre los ricos y los pobres sino entre los que quieren un país y los que quieren un paisaje parafraseando a Nicanor.

La tecnología le permitirá a cualquier gobierno llegar donde nunca llegó antes. La imagen de un policía tomando la fiebre a un civil y registrando esto en un archivo médico no es muy distinto a hacerlo en sus antecedentes penales. La sola idea de un carnet de anticuerpos cuando aun ni se sabe si existen luego del contagio es el síntoma de otra enfermedad. La profilaxis será la autoridad. Una ley que no tiene que ver con la limpieza o lo sano sino con apartar, cercar, desbaratar el cuerpo enfermo. Tocarse, hablar, acercarse mucho serán sinónimo de riesgo y los extraños serán cada vez más extraños. Las bibliotecas o las librerías serán lugares peligrosos de contagio porque el libro será un agente transmisor. Socrática paradoja.

El mundo editorial lucha por el libro en papel, la banca lucha por erradicar el dinero en papel y nosotr@s en medio nos preguntamos por el papel del dinero. No tocar es la consigna cuando el mundo entero se ha convertido en un museo de cera derritiéndose. El sexo ojalá sólo para la reproducción y la promiscuidad será pulmonar y no genital. El sistema inmunológico es una policía que estará siempre atenta a quien se acerca a ti. Volverá la idea de mejores razas, más inmunes, más seguras y la salud será un canon de belleza. Asiátic@s, negr@s, latin@s go home. Los supremacistas blancos norteamericanos desafían la cuarentena porque es ilógico que un virus gordo y amarillento pueda destronar su imperio pero saben de fondo que ese virus se parece a Trump.

La xenofobia siempre fue el fracaso de la globalización. Sólo es planetario el dinero y todo lo que produzca sensación de hacinamiento debe morir. Pobres, inmigrantes, refugiados, allegados, enfermos crónicos. El miedo se transforma en asco y el asco en odio. Las personas más obedientes, más conservadoras creerán ser las potencialmente menos contagiadas. Todo lo contrariamente a las masas en las grandes alamedas. Las luchas en la calle ahora se darán también dentro del cuerpo.

No morir y no morirse. Siempre fue así pero a nadie le importaba. El gusto cambiará. Tiempo y dinero son sinónimos. Se trabaja como esclavo 10 meses para tener tiempo de rey sólo 2. Esa es la equivalencia, una quinta parte de nuestra vida para ser feliz o al menos estar tranquilo. Pésimo negocio. No obstante, el capitalismo no trabaja por dinero sino para administrar el tiempo y es por eso que en estas cuarentenas al parar el flujo del capital hemos también detenido el flujo del tiempo. El tiempo es oro dice el dicho popular pero llevamos siglos sabiendo qué hacer con el oro, bien o mal, pero nadie nos enseñó qué hacer con el tiempo y por eso mucha gente está muy mal con el encierro, está encerrada dentro de sí. Los integrantes de una familia promedio consumen muy bien juntos pero sus tiempos juntos no son siempre así de maravillosos.

Maquieira decía que las personas no leen porque no quieren estar a solas consigo mismas y en ese punto la literatura nos ha enseñado hace milenios que todo eso se trata de tiempo: los tiempos de la escritura, los que se crean, los que se imaginan, los que se viven. Leer es darnos tiempo, darnos un valor que no es monetario, darnos un cariño, otra cosa que tampoco nadie nos enseñó. Ya sea 1984, Aullido o Cántico Cósmico. Una era se acaba cuando se acaba el concepto que hacía sentido a todo, una episteme diría Foucault, pero es más que eso.

Estamos en el cambio de patrón valor de petróleo a data. Nos acostamos embadurnados de combustible con tanta información que recibimos al día y por eso todo está siempre a punto de explotar. Las épocas se mueven con imaginación y creatividad. No hay de otra. Los mitos nos sirvieron para pasar del caos originario al cosmos que explicara qué mierda hacemos aquí y la literatura para que ese cosmos fuera un mundo poblado de voces, de rostros, de gestos, de sueños y pesadillas pero nuestras y ya no de los dioses o los héroes.

Hoy estamos entre el mundo y el vacío y por eso el desprendimiento, la renuncia, el silencio son las formas más sublimes y profundas para avanzar. Tanto el mito, como la poesía y la espiritualidad son altas concentraciones de imaginación y creatividad. De allí su fuerza para mover la rueda de la historia humana.

Cuando digo espiritualidad estoy pensando, imaginando una exactamente que sea creativa e imaginativa que es un poco lo que hablé en la nota del Clinic, una nueva mística desde el dolor mistraliano, la pasión de San Juan de la Cruz o Fray Luis de León, la creación según Ernesto Cardenal y Hugo Mujica o las santas vergas y los santos culos de Ginsberg. Soy una persona que ha escrito casi dos mil páginas de poemas y mil de ensayos y textos raros. Toda mi vida he trabajado con las palabras y en definitiva es de lo único que sé, pero aprender a dejarlas es dejar también algo de mí, mis seguridades, mi vozarrón mental, el lugar en el que uno es sujeto de enunciación que no anuncia nada. Me siento en esta transición de mundo a vacío y no es que quiera que todo desaparezca sino que por el contrario poder encontrar ese vacío, ese silencio para un nuevo mundo por venir que necesitará, como ya dije, de nuevas palabras, nuevos verbos. nuevos afectos.

Finalmente mi miedo sobre el estallido era que se convirtiera en literatura, en un objeto de consumo y ahora es un poco lo mismo sobre el Covid-19, sobre los muertos y el dolor. Ya vi que Anagrama publicó el Pandemia de Zizek y están comenzando a rodarse las películas y documentales sobre el virus. La publicidad ya hizo lo suyo y los algoritmos la otra parte. Pareciera que no hay remedio, pero sí lo hay. La renuncia, ese bello y honorable gesto de decirle adiós a todo. Hay un enorme vacío en mí y creo que es lo más cercano a la felicidad.

Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 25 de noviembre de 1979) es un poeta, ensayista, editor y gestor cultural chileno. Ha sido considerado por la crítica especializada como una de las voces más destacadas de su generación.

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