Opinión

Suspendidos con alfileres

Por Federico López Ramírez

 

Observando lo que le sucede a Colima recordé un aforismo de Carlos Monsiváis publicado en la vieja revista Proceso en su artículo que denominó Aforismo de lo políticamente correcto, cuando la revista era crítica y  de avanzada, progre dirían los chavos de hoy. El aforismo decía así: “Si les molesta tanto la corrupción, ¿por qué no le ponen otro nombre? Muerto el término se acabó la indignación moral.” (Proceso nùm.1561, 1 de octubre de 2006, México, p. 22).

La sociedad política colimense está buscando una solución mágica a la crisis político-financiera. Está buscando, en el archivo de lo imposible, la eliminación del concepto para que así desaparezca el objeto. Si eliminamos la palabra corrupción el acto desaparecerá porque no habrá palabra que lo nombre. Pretenden resolver su profunda crisis con un conjuro. Y tal como lo sostiene Monsiváis en su aforismo, eliminado la palabra corrupción automáticamente desaparecerá este mal endémico que está destruyendo al gobierno que, con Nacho Peralta, tocò fondo. Eso esperamos todos.

Sin embargo la cosa es mucho más grave.

La sociedad colimense está suspendida con alfileres, pues la ausencia de los poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), así como el silencio de los partidos políticos tiene a la sociedad colimota en vilo. Nadie sabe lo que va a pasar, pero todos estamos listos para echarle la culpa al contrario. Los únicos que alzan su voz son las redes sociales que ya enjuiciaron al goberladrón y lo condenaron.

El asunto es que la sociedad al enjuiciar al goberladrón también está enjuiciando a los diputados, los jueces y dirigentes de los partidos políticos y éstos no se dan por enterados, piensan que es un simple juicio exprés del goberladrón y que ellos quedarán a salvo y su prestigio sin mancha. Nada más alejado de la realidad. El juicio de Nacho Peralta es el juicio de todos y cada uno de los anteriores gobernadores a los que nunca se les ha podido fincar responsabilidades; también es un enjuiciamiento de toda la sociedad política ubicada en cada uno de los poderes, niveles y ámbitos de competencia; es también un juicio hacia el futuro. Es la valoración –anticipada- de lo que viene. Quienes asumirán el gobierno los próximos días también están siendo enjuiciados porque la sociedad entiende que los próximos burócratas no nacieron hoy y que parte de culpa colectiva llevan porque están evadiendo sus responsabilidades al no decir nada y escurrirse como mantequilla.

Este vacío está permitiendo, concretamente, pasar las reformas orgánicas de los poderes Ejecutivo y Judicial sin la serenidad ni la pertinencia de un debate público y profundo que la crisis demanda.

En el mediano plazo nos vamos arrepentir de no haber conocido ni debatido las leyes que hoy se están presentando ante el Congreso con la profundidad y la reflexión propias de una sociedad abierta y democrática. El voluntarismo de los políticos que viene a conformar el nuevo gobierno y su prisa será transformado en una crisis política permanente.

Los políticos no hablan, no debaten, no enfrentan hoy. Mañana, es decir, el primero de noviembre querrán pedir sacrificios, colaboración, comprensión y paciencia. Pero olvidan una cosa ellos, con su ausencia de hoy, con su falta de transparencia de hoy, su falta de explicaciones hoy, no tendrán la autoridad moral ni política para pedir mañana sacrificios y más sacrificios porque, sencillamente, pretenden cambiar la realidad ignorándola.

Pretenden cambiar la realidad ignorándola y aplicar un sortilegio, es decir, querrán hacer beber bebidas y fórmulas amargas a los despedidos y ellos ingerir bebidas edulcorantes.

Pero la realidad no cambia ignorando los vocablos. La realidad se cambia con hechos. Hoy los colimenses estamos suspendidos por alfileres.

Políticos que se van (los de Nacho) como los políticos que llegan (los de Vizcaíno Silva) comparten el aforismo que dice: “Amistad que no se refleja en la nómina es pura demagogia”.

Se equivocan al querer eliminar la corrupción cambiándole el nombre. Y es todavía màs grave que a la corrupción están proponiendo bautizarla con el nombre de: impunidad.

Afortunadamente como dice el mismo Monsiváis: “La Historia es la única zona donde no rige la impunidad.” Y la Historia no los absolverá.

 

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