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El Páramo: 5 Mujeres en Morena

Por Esaú Hernández

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive no debe dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

Antonio Gramsci

En Colima siempre ha gobernado el mismo Partido. Aquí el viejo régimen es el mismo régimen desde siempre. Es un potentado al que se han unido durante los últimos años los Partidos que hace 3 décadas lucharon a favor de la democracia, de los derechos humanos y del bien común. Hoy el viejo régimen es más robusto. A sus filas han llegado panistas que antes eran respetados, perredistas de ocasión, camaleones de a tostón y uno que otro conservador que lleva en la mano su letrero con rótulo de «ciudadano».

En ese viejo régimen que abandonó la «marea roja» y los tres colores priístas para ponerse una vestimenta multicolor hay un detalle que llama poderosamente la atención: es patriarcal y machista. Antes y después de Griselda Álvarez la entidad ha sido gobernada sólo por hombres. Hombres que han constituido una gavilla, una cofradía hermanada por la indiferencia, el acuerdo, la corrupción, la entrega de obras, el tráfico de influencias, el cochupo, dádiva y el reparto de espacios, candidaturas y funciones públicas.

Una «mafiecilla del Poder» (Indira dixit) que además de funciones y poderes gubernamentales se ha distribuido negocios, que ha constituido empresas constructoras transexenales, que ha proyectado centros comerciales, que ha fijado por dónde deben pasar los periféricos y los libramientos, que ha constituido -a partir de sus decisiones- grandes negocios inmobiliarios, que ha dicho el tipo de empleos que se requieren aquí, que ha mantenido el control de la educación y la cultura, que ha entregado las calles de Colima a una mafia todavía más grande y peligrosa que la de ellos, que ha permitido que las mujeres sean desaparecidas y asesinadas como si fueran una cifra en la larga letanía de sus estadísticas, que ha permitido que niños vendedores de flores mueran baleados afuera de los Mercados, que ha optado por voltear la cara hacia otro lado mientras la delincuencia deja restos de jóvenes esparcidos en nuestras colonias y barrios populares porque eligieron la peor opción por no tener una mejor frente así.

El hecho de que ayer se registraran 5 mujeres para competir por la candidatura de Morena al Gobierno del Estado representa un mucho de aliento. Lo digo porque, seamos sinceros, no es tiempo de neutralidad. Los tiempos que vivimos necesitan mucho corazón. Y debemos ser claros: los hombres hemos fallado. Ese viejo régimen en el que no los hombres -más allá de colores y Partidos- han tomado las decisiones le debe mucho a Colima.

Por eso es grato ver ahora que cinco mujeres podrían encabezar el programa de un gobierno que apueste a hacer y tomar las decisiones de una manera diferente, que haya un cambio verdadero implica no sólo elegir a otro Partido en el mando gubernamental sino un viraje en la forma de ver y hacer políticas públicas, desde la escucha, el diálogo, el encuentro y la conciliación. Y eso, sólo lo puede garantizar una mujer o las mujeres.

Cinco mujeres en Morena tienen ante sí la oportunidad de unirse o bien de seguir el juego impuesto por el viejo régimen para que se ataquen unas a otras. Si aquellas que son impulsadas a hacer un supuesto «contraste» a partir de la mentira, la diatriba y la ofensa personal siguen ese camino sólo permitirán que el viejo régimen se perpetúe con toda la indolencia de los últimos 40 años. No escuchen las voces masculinas que las alientan. Sigan a su corazón o la oportunidad puede pasar por alto. Una de ustedes puede alzar la voz por todas y por todos los que buscan justicia. Ojalá se den cuenta a tiempo. Antes de que la intriga destruya parte de la fortaleza del Partido-Movimiento al que pertenecen, más allá del simplismo de las afiliaciones.

Ustedes representan no sólo a Morena sino a la gente que quiere abandonar la indiferencia. ¿Se habrán dado cuenta? Así se llamen Indira, Claudia, Griselda, Livier o Gricelda. Todas son mujeres. Todas son una mujer y simbolizan la esperanza: el fin de un régimen basado en la patriarcal indiferencia.

 

 

 

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